Perteneciente al municipio de El Cabaco, es una de las montañas más altas de la sierra de Francia, que a su vez forma parte del sistema Central. El sinclinorio3 de la Peña de Francia está separado del sinclinal de Tamames por el afloramiento granítico de La Alberca.
Conocida por su Virgen negra, Nuestra Señora de la Peña de Francia, y su santuario, es prácticamente inaccesible en invierno por la nieve. Tiene gran afluencia de visitantes durante los meses de verano, muchos de ellos peregrinos cristianos. Además de la iglesia, dispone de un convento de frailes, una hospedería independiente del monasterio y una antena repetidora de telecomunicaciones, junto a tres capillas exteriores (entre las que destaca la capilla de la Blanca).
«Ante la certeza referida sobre la fugacidad de la vida,
existen pocos lugares donde la sensación de detenimiento y reflexión
se hacen presentes y casi palpables.”
Geológicamente es una estructura plegada muy compleja que arma las sierras más elevadas de este sector occidental, en concreto la sierra de Francia. Sobre su estructura deformada en pliegues de diversos tipos, bien resaltados por los bancos resistentes de la cuarcitas ordovícicas y sus conglomerados de base, se forman sinclinales colgados -como el que forma la cumbre de la Peña de Francia- y sierras del flanco sinclinal, mientras que los anticlinales han sido desventrados y dan lugar a collados, pasillos o depresiones. Situadas estas estructuras en un área próxima a la falla de Plasencia, se ven afectadas por dislocaciones de dirección NE, a lo largo de las cuales se han producido desplazamientos de bloques y, con ellos, desenganches de diversos sectores de los pliegues. Esta fallas aíslan sierras o sectores diferenciados de las mismas debido a la discontinuidad de las morfoestructuras.
Se nombra en la segunda parte de El Quijote, en el capítulo XXII.
Por su parte, Antonio Colinas, ha escrito: «Cuando escribo esta página es quizá el mejor momento para entrar en comunicación con ese espacio especial que es la Peña de Francia: los robles han llegado a la plenitud de su coloración y, entre ellos y los esbeltos pinos, los helechos adquieren esa tonalidad encendida del bronce o del rojo ardorosos que le proporcionan al viajero que asciende una experiencia imborrable: sin más vamos ascendiendo hacia otra realidad».